domingo, 2 de abril de 2017

Confesión junto a una tumba vacía de Bashkim Shehu


Hace tiempo que asisto a algunos cursos gratuitos que se dictan en la Escuela Europea de Humanidades, dirigida por el filósofo Josep Ramoneda y curiosamente patrocinada por La Caixa. ¿Un banco financiando una escuela de Humanidades?

Después de varios cursos, me apunté a uno denominado "Narrativa moderna y aventuras del pensamiento", dictado por el escritor y traductor Bashkim Shehu, del quien desconocía su trabajo. A decir verdad, no sabía ni quién era.

Realicé una búsqueda en internet y  sorprendentemente no encontré nada, incluso cortando y pegando el nombre que salía en la web oficial de la Escuela.

Al inicio de cada curso, Josep Ramoneda se encarga siempre de presentar al profesor o profesora, y en el caso de Bashkim Shedu dijo que  este residía desde 1997 en Barcelona porque se había acogido al programa de Ciudades Refugio auspiciado por el Parlamento Internacional de Escritores, ya que había estado ocho años en la cárcel y había sufrido medio año de destierro.

Bashkim Shehu nos hizo saber desde el principio que él no era profesor, sino un lector, y su manera de dar la clase era un poco lenta, pensaba mucho las cosas antes de expresarlas y al no ser el castellano su lengua materna se notaba que le costaba seguir el hilo de lo que él mismo decía. Pero es evidente que es una persona muy preparada y muy sensata.

Un día, en una tienda de libros de segunda mano, encontré un libro cuyo título era "Confesión junto a una tumba vacía" de Bashkim Shehu, lo cual me causó sorpresa y al girar el libro y ver la foto constaté que se trataba del profesor. Compré el libro y mientras caminaba iba leyendo la contraportada; en ella decía que Bashkim era albánes y que había escrito diferentes obras traducidas a varios idiomas. Lo más sorprendente de todo, es que Bashkim es hijo del que fue primer ministro de la Albania comunista, muerto en extrañas circunstancias.

"Confesión junto a una tumba vacía" es un libro desgarrador, duro y angustiante. Lo leí en dos días, por lo bien escrito que está, porque la situación de su país en ese momento se parece mucho a la que vive Venezuela, salvando las distancias, y porque había algo en el autor que me llamaba la atención en sus clases y  que no sé cómo explicar.

Seguramente ya no podré mirar con los mismos ojos a Bashkin, después de haber leído todo lo que sufrió y seguramente sigue sufriendo, pero estoy encantado con estas maravillosas casualidades literarias.



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