lunes, 23 de junio de 2014

Perdido en los bosques rojos de mi mente,
golpeo desesperadamente una pared sin ecos
hasta que mis nudillos se acostumbran al dolor.
Esnifo el polvo de tu ausencia y tiembla la armadura de hierro
que cubre mi cuerpo sin memoria.

Mis ojos siguen el recorrido
de la grieta que se extiende en el silencio,
mientras cuervos y buitres se disputan mis poemas.

En ese silencio se funden dos voces:
la del hombre que no soy
y la del hombre que finjo ser
ardiendo en fuegos artificiales.


Belan

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