Perdido en los bosques rojos de mi mente,
golpeo desesperadamente una pared sin ecos
hasta que mis nudillos se acostumbran al dolor.
Esnifo el polvo de tu ausencia y tiembla la armadura de hierro
que cubre mi cuerpo sin memoria.
Mis ojos siguen el recorrido
de la grieta que se extiende en el silencio,
mientras cuervos y buitres se disputan mis poemas.
En ese silencio se funden dos voces:
la del hombre que no soy
y la del hombre que finjo ser
ardiendo en fuegos artificiales.
Belan
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